Descubre cómo la Geografía moldea la vida animal a través del determinismo geográfico. Este post explora principios como las reglas de Allen y Rapaport, que demuestran cómo factores como la latitud y el clima influyen directamente en la morfología, distribución y supervivencia de las especies, forjando el fenotipo animal como un reflejo del entorno físico.

La Geografía, al entenderse como ciencia multiparadigmática, goza de la versatilidad suficiente para fusionarse con otras ciencias, cuyos fundamentos medulares interactúan directamente con el espacio geográfico.

Una de las formas más efusivas que tiene el Geógrafo para explayarse en sus saberes, es valerse del binomio Geografía – Biología, pues al tener ésta última a los seres vivos por objeto de estudio, contempla al medio físico como un elemento primordial, dado que funge como contenedor de especies vegetales y animales. En ese sentido, surge la Biogeografía como una de las ramas con mayores posibilidades de producción de conocimiento científico.

El espacio geográfico se estudia desde distintas corrientes de pensamiento científico, y cada una de ellas posee categorías de análisis que son definidas en función del nivel de detalle que utilizan, de los fundamentos epistemológicos sobre los que reposan y de las metodologías que aplican. Uno de los paradigmas más notables dentro del estudio biogeográfico es la ‘Geografía Ambiental’, cuya piedra angular se constituye en el paisaje como categoría de análisis espacial.

Inicios de la geografia ambiental

La Geografía Ambiental establece, en líneas generales, una dualidad marcada surgida a principios del siglo XX, encabezada por los dos enfoques principales que la configuran: el Posibilismo Francés y el Determinismo Alemán (Gómez y Rojas, 2009). La Escuela Alemana, encabezada por Friedrich Ratzel, erigió su pensamiento en el hecho de que es el medio físico el elemento que determina las formas de emplazamiento del hombre sobre el planeta; al respecto de ello, Churchill Semple (1968) señala que “El hombre es un producto de la superficie de la Tierra. No solamente se trata de un hijo de la Tierra, polvo de su polvo, sino que también lo alimenta en sus pensamientos, lo enfrenta con dificultades, endurece su cuerpo y aguza su espíritu”. Este principio es parcialmente extrapolable a las especies animales, pues sus procesos de adaptación, evolución y sucesión dependen, en su proporción más significativa, de las condiciones físico-naturales del espacio geográfico que éstas ocupen.

Dentro de las influencias principales que ayudaron a forjar el pensamiento Ratzeliano destacan las ideas de Charles Darwin, cuyos planteamientos pueden sintetizarse en la capacidad de adaptación y supervivencia a la que se ven sometidas las especies vegetales y animales, en función de la competencia con otras especies y de la exposición al medio físico que ocupan.

El Determinismo Geográfico

Las especies animales reúnen características morfológicas, fisiológicas y etológicas lo suficientemente diversas para justificar la existencia de innumerables sistemas taxonómicos que faciliten su estudio. Cada grupo de clasificación posee características únicas que lo diferencian de los demás, y dichas cualidades son forjadas, en gran medida, por las condiciones geográficas imperantes en su espacio vital. La influencia señalada del medio sobre las especies animales viene dada por factores astronómicos y geográficos, cuya dinámica es conjunta e interdependiente.

La latitud, el clima, la inclinación del eje de la Tierra, las corrientes oceánicas, los vientos (locales y continentales), la altitud, el relieve, el suelo, los movimientos de rotación/traslación y la vegetación son factores que, por sí solos, son insuficientes para establecer una relación bidireccional con las especies animales y alcanzar el determinismo referido en los párrafos anteriores, pero al coexistir le dan cabida a una realidad donde el fenotipo es un modelado geográfico.

Una descripción somera del paradigma de la Geografía Ambiental como la previamente desglosada, permite dar un asomo, igualmente ligero, de algunos aspectos metodológicos, empleados en la sistematización de variables biogeográficas. Uno de ellos –y quizás el más significativo– es el paquete de reglas sistematizadas, a razón de la temperatura atmosférica (elemento integral al factor clima), al que están sujetas las especies animales.

Si se considera la latitud, la Tierra se divide en dos hemisferios (Norte y Sur); la línea que separa a ambos es el Ecuador, y en la medida que se asciende o desciende, la latitud gana valor numérico expresado en grados, Norte o Sur de acuerdo al hemisferio. En la medida que la latitud aumenta la temperatura disminuye, y es que la forma cuasi esférica del planeta implica que su curvatura esquive los rayos solares en cuanto más cerca de los polos se esté. Todo ello da cabida a la regla de Allen, que dicho de forma sintetizada, señala la tendencia a que, en las especies animales, las llamadas partes distales del cuerpo (cola, patas y orejas) sean más pequeñas, reduciendo así la superficie expuesta por la que se puede perder calor. Por esa razón, en biomas como la tundra y la taiga septentrional se hallan especies con dichas características (lince, oso, buey, alce, cabra nival, entre muchos otros).

Publicado por: Reybert José Carrillo Durán

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